viernes, 23 de mayo de 2014

SIN EL PÚBLICO NO SOMOS NADA

      Es muy curioso ver cómo los intereses de la gente (cuando digo "gente" no me refiero a "la mayoría", sino a ese pequeño olimpo que controla todo lo que se hace o se debe hacer) modifican el comportamiento de la sociedad. También es curioso que en una página web tan reconocida e importante como Wikipedia.com, la entrada de "Steve Jobs" sea más extensa que la de "Teatro".

   Podríamos perder el tiempo intentando buscar responsables por el bajón que ha sufrido la relevancia de la cultura; podríamos llegar a pensar, locos de nosotros, que este descenso de la cultura ha sido causado por las bien intencionadas políticas de ese olimpo, ¿merece la pena pensar en ello? Quizás deberíamos empezar planteándonos ¿qué está pasando? y ¿por qué está pasando?

    Nos centraremos en el público; sin público, la cultura no existe ni tiene ningún tipo de sentido. ¿Por qué algunos eventos o espectáculos tienen más público que otros? Compararemos el fútbol y el teatro.

      El fútbol es un deporte con reglas, el público que va no quiere sorprenderse, va a ver un partido de fútbol, ganará uno o ganará el otro, pero siempre será igual; por lo general, es caro, aunque al público no le duele gastar lo que sea por ver a su equipo y pelear con quien sea para defenderlo; el gol que meta el jugador estrella del equipo será retransmitido durante días en todas las televisiones y aparecerá en multitud de periódicos (aunque ahora ya no hace falta un gol, lamentablemente, con que tiren un plátano o un mechero a la cabeza de dicho jugador bastará para llenar portadas).

     El teatro es un deporte sin reglas, el público que asiste a una obra de teatro busca novedad, aprender algo, divertirse, reír, llorar, y siempre, sorprenderse, nunca ver lo mismo con distintos actores; aunque algunas entradas son caras, también podemos encontrar obras de teatro de calidad a cinco euros, tres euros, incluso gratuitas (en este caso, los que la hacen pierden dinero, suponemos que les compensa) y aún así, las salas, muchas veces, no se llenan; no es muy frecuente ver en la portada de un periódico: "brillante interpretación la de anoche en el teatro tal, lleno absoluto, se planea aumentar el tiempo que la compañía permanecerá en la ciudad", y de las televisiones ni hablamos: cinco minutos para recordar que hay un espectáculo de baile y cante (y no en todas las cadenas), y pasamos al deporte.

      Mirándolo así , nos preguntamos: ¿por qué un evento que a veces fomenta ciertos valores y caro tiene muchísimo más "éxito" entre el público sediento de entretenimiento que un espectáculo al que es posible acceder con un mínimo coste y que además aporta cultura? ¿Por qué el primero tiene una inmensa publicidad procedente de todos los frentes de los medios de comunicación y el segundo es casi invisible para la opinión pública?

     Aquel olimpo del que hablábamos se cree muy inteligente, y nosotros nos conformamos y le damos la razón. Nos manipula hasta el punto en el que creemos que, como sale en la tele o en la portada del periódico, como todo el mundo lo comenta y todo el mundo va en esa dirección, es mejor que cualquier otra opción. Hasta piensa que puede ocultar sus faltas y errores dirigiendo nuestra mirada hacia esa bola de piel sintética... y lo peor es que consigue lo que se propone. Se dedica a ir eliminando (o recortando) uno a uno a aquellos que se dedican a hacer que la población piense por sí misma, que le ayuda a decidir por si misma cómo actuar.

      Quizás esos semidioses creen que están ganando al cerrar teatros, al subir el IVA cultural (el más alto de la Eurozona para el teatro) y al ir privando de subvenciones a actores, productores, directores y compañías enteras; pero lo que no saben es que siempre habrá alguien que se revelará, querrá salir de la fila que se le impone seguir. Reivindicarán de cualquier forma posible sus derechos y se negarán a desaparecer: si cierran salas, habituarán otras para seguir, y si aún así no pueden, lo harán en la calle, y si hacen subir el precio de la entrada, los actores, productores y directores... Las personas que apoyan el teatro lo seguirán haciendo con más fuerza que nunca y se harán oír para evitar que en el futuro sea algo extraordinario ver una obra de teatro. Deben (y debemos) apostar por la cultura, por el saber y, en última instancia, por el público, por la gente y por el futuro.

    Y mucho mejor que yo habla de esto el "Comunicado oficial del día Mundial del Teatro 2014"  del dramaturgo sudafricano Brett Bailey. No dejes de leerlo.

http://www.circulobellasartes.com/escenicas/__Comunicado__oficial__Dia__Mundial__del__teatro_(10175).pdf

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